La sangre se filtra en las piedras. Al fin despierto en el fondo del precipicio. Mi vida sigue patéticamente conmigo. Mi pecho me duele, no siento las piernas, veo borroso y, extrañamente, puedo mover mis brazos. Cada centímetro de mi piel la siento hinchada. Y ahora que mi mente puede concentrarse sin palpitar solo tengo una pregunta.
Porque sigo vivo?
Yo debía renacer. Yo debía de erguirme como una persona nueva. Tenía razón la herramienta: no todos los mártires ven a la divinidad. Yo también fui engañado.
Los bichos y alimañas están aquí, me observan desde lejos. Me miran con sus ojitos, tristes. Los seres odiados de la creación, cada ser pisoteado, cada uno de los excluidos me acompañan. A mí el que decidió excluirse.
No sé si me odiaban, no sé si mi presencia les incomodaba. Pero me corrieron de su cueva, y ahora me acompañan. No me preocupo por preguntarles, solo hay dos posibilidades. Me odiaban y ahora que no puedo levantarme desean devorar al pobre humano que creyó encontrar amigos entre los seres que reptan. O, que no creyeran que ya no era más un hombre, que no vieran mis lagrimas por odio al mundo que me vio nacer y que me rechazo, y termino patéticamente tirándose cual imbécil suicida.
Arriba la luz me ciega. Dejo de llover. El agua no se llevo toda mi sangre, pero lavo mis heridas.
Lloro como una nena. Que importa.
Mis lágrimas se resbalan por mi cara y chocan contra las piedras. Pero al caer escucho un susurro.
Levántate.
Levantarme? Quien lo dice. Donde está. Mientras estaba inconsciente vi la figura de una mujer, me decía lo mismo. Pensé que era la muerte que venía por mí o la último intento de mi cerebro por mitigar las penas segregando drogas que me colocaban.
Pero aun la escucho. No morí, pero debí, eso creo.
La serpiente se me acerca, deja la seguridad de sus compañeros, me mira con su frialdad.
-Por qué no te levantas? Que no escuchar a la dama?
Mi cuerpo se abre, mi pecho se rompe, mi cabeza explota.
Renazco como una mariposa, dejo mi piel, mi antiguo vehículo.
Ahora siento que soy otro. Veo el sendero que recorrí y me parece ajeno. Ahora miro mi piel y se me hace un feo disfraz que desecho. Dejo para que lo devoren mis amigos los insectos. Dense un festín con ese asqueroso hombre, que no quede rastro de lo que fue.
Ahora sí, siento que todo es nuevo, pero tan familiar.
El piso me hace cosquillas, el aire besa mi frente.
-El pensó en matarse, él debía morir, él estaba muerto.
Ya no lo creo, yo no creo eso. Ahora si tengo una razón, ese era mi destino. Ser una garrapata para la sociedad, succionarle su vida como ella lo hizo, quitarle sus regalos más preciados. Aun me tienen que soportar, por un largo trecho.
Muere el hombre de la máscara sonriente y nace el demonio alegre.
El cielo tiembla y se hace de noche. Mi amiga la oscuridad, la única que te ama incondicionalmente, como el diablo desea tu alma.
Ahora soy tuyo y tú me haces el amor. El paseo continua. El carrito no se detiene, y yo no dejo de disfrutarlo.
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