Todo esto se está viniendo a la mierda.
Mira el emperador a lo que queda de su reino a sus espaldas mientras avanza en campaña militar. Arrasado por la separación de sus ciudades, por la codicia, por los vicios y por sus diferentes creencias. Invasiones y guerras perdidas con barbaros y pueblos cercanos. Y los locos engañados hace tiempo en oriente. Los problemas familiares de la casa real. Puros escándalos.
Pero todos quieren lo mismo. La gloria del imperio y poder ver a la puta arrasada.
Pensó en poner manos a la obra. Darle duro en el hocico al perro; dejarle ver que no es la mano que lo alimenta pero si a la que le teme. Junto su ejército y partió.
No fue un trabajo perdido. Logro mucho en su campaña. Logro hacer un imperio fuerte; como buen Augusto de occidente. Terminando con Majencio.
Aun quedaba el problema de Licinio, pero esta noche podía refugiarse en sus aposentos.
Fue un día cansado y extraño.
Y no puede dejar de pensar en lo sucedido.
Mientras las tropas se preparaban para morir. En el calor del pequeño lapso que se dan los ejércitos para elevar las ansias en la sangre; vio algo.
Lo que se hubiera esperado cualquier romano. Alguna señal de los dioses; un águila volando, cuervos sobre las tropas enemigas o vientos susurrantes.
Pero lo que obtuvo fue la visión de una cruz.
Ese símbolo de tortura y dolor. Eso que se ha usado para demostrar la justicia romana. Ese símbolo que adoptaron los cristianos para adorar a su dios.
Fue extraño ver la cruz dorada en el cielo. Su victoria.
No deja de analizar.
Las hogueras se alzan en todas partes contra los cristianos; y ni el monarca con todo su poder puede detenerlo. Detuvo su persecución pero pocos están con él.
Y ahora esto.
Mira su anillo de poder. El anillo que tantos en el poder han portado. Y piensa en las historias de sus antepasados y los anteriores Cesares. Se sienta en su alcoba. Mira su Labaro. Absorbe los perfumes que solo oriente puede ofrecer. Se embriaga de ellos. Incluso se siente adormecido.
Pero la inquietud se queda en su bakcheia.
-¿Qué desea el dios cristiano de mi? ¿De un pagano como yo?
Y se le aparece otra vez.
La cruz de oro. Reluciente ante él. Y con más nitidez que la vez anterior.
Y puede leer en sus brazos. Y escucha voces cantandolo.
In hoc signo vinces.
Despierta muy temprano. Ahora lo entiende todo. No solo es su derecho romano el ser Augusto de toda Roma y sus protectorados. Era derecho divino; y no solo concedido por Júpiter, también por el dios Cristiano.
Y ambos lo ayudaran a obtener poder.
Hare mío esto. Con los Apóstoles y Roma llevare un nuevo ministerio de mi poder. Un poder concedido por “Dios”. Donde sea que se halle, en Jerusalén o en el Olimpo.
Es el inicio de algo grande.
Como el Emperador que lo lleva acabo.

Entonces alzó la mirada al cielo y dijo "Malditos filisteos que se hacen de sus cositas, ¡pero hay un dios! donde sea que se halle, en Jerusalén o en el Olimpo.
ResponderEliminarEs el inicio de algo grande.
Como el Emperador JOAQUÍN EL GRANDE que lo lleva acabo.