En la oscura soledad. Atrapado en un festín dramático; soy devorado. Las tinieblas son mi manta, el estar bajo ellas me asfixia. Con el arma a la vista y mis dientes apretados lo encaro. El trae en sus cartas hechizos y los dientes filosos. Y aguarda al pie de mi cama.
Y lo escucho jadear.
Toda la noche me acompaña.
Cada noche.
En cada parte de mi cuerpo siento su presencia.
A cada rato lo escucho.
Me hace compañía.
No sé quién es. No sé qué quiere. Se lo pregunto y solo me responde: Vamos a dormir.
Pero el no duerme del todo.
Diario busco respuestas.
Voy a las bibliotecas más completas; reviso todos los tomos de enciclopedias, desde problemas neuronales hasta deficiencias de vitaminas. Recurro a los mejores médicos naturistas, que me incitan a tomar algo que no saben si funcionara para sanar algo que desconocen. Incluso he probado magia y drogas. En los templos con la más grande devoción.
Nada lo resuelve. La búsqueda me resulta inútil.
Y lo veo todas las noches.
Lo escucho a cada paso.
En cada calle.
Pero solo en la noche lo veo.
Regresando el hígado por la boca, mascando la brea con sus dientes de tiburón. Botas y cabello sucio. Y la cara amarilla. Y le pregunto por qué no duerme.
-No puedo dormir del todo.
Yo estoy igual.
Toda la noche.
Cada noche.
En cada parte de mi cuerpo.
Su hígado.
Oh, Dios respóndeme. Escucha mis plegarias. ¿Qué es esto? ¿Qué me pasa? ¿Quién es?
¿Por qué nunca duerme? Piedad, termina el tormento.
¿Por qué volverme loco? Aun siendo joven. Que disfruta mas no se excede. Así de un día para otro tener esto.
Las primeras veces pensé en algún desgraciado que quería robarme a plena noche. Pero cuando prendí uno de mis cerillos; desaparecía. Lo atribuí a algún malestar con la comida y mis trasnochadas.
Pero cuando apagaba todo; sentía su regurgitar negro. Viscoso.
Llame varias veces a mi ama de llaves para que viera lo que se me aparecía; y solo me tiro de loco y pervertido al quererla meter a mi alcoba de noche. A mis amigos, pero ninguno acepto.
Incluso me interne en una clínica para que me observaran, pero solo decían que sufría de alucinaciones. Delírium trémens o psicosis; atreverse a decirme loco o borracho.
Pero no sufro de alucinaciones.
Le dispare unas cuantas veces y solo dañe la madera tan cara de mi casa. Mi ama de llavez decidió que ese era suficiente para una mujer como ella.
Y nos quedamos solos.
Me sigue.
Y lo veo.
Todas las noches.
Percibo lo nauseabundo de su aliento. Escucho el chocar de sus dientes. Y su hígado.
-Déjame en tranquilo. Déjame en paz.
-No puedo. Porque nunca duermo del todo.
Y no me deja.
Tal vez se valla algún día. Tal vez nunca se valla.
Pero sé que me acompañara su hedor a cada lugar, a cada reunión. Se quedara impregnado en mí.
Solo quiero dormir.
Pero ninguno de los dos duerme del todo.
Aun me quedan balas. Tal vez pueda terminar todo esto.
Y al fin dormir tranquilo
Por fin dormir del todo.
Pero soy demasiado cobarde para hacerlo. Para estar tranquilo.
Del todo.
dejad que camine sólo, sin cometer pecado alguno, con muy pocos deseos... como los elefantes en el bosque
martes, 7 de septiembre de 2010
sábado, 4 de septiembre de 2010
De la interpretación de los sueños 1
-¿Que está pasando?
Todo esto se está viniendo a la mierda.
Mira el emperador a lo que queda de su reino a sus espaldas mientras avanza en campaña militar. Arrasado por la separación de sus ciudades, por la codicia, por los vicios y por sus diferentes creencias. Invasiones y guerras perdidas con barbaros y pueblos cercanos. Y los locos engañados hace tiempo en oriente. Los problemas familiares de la casa real. Puros escándalos.
Pero todos quieren lo mismo. La gloria del imperio y poder ver a la puta arrasada.
Pensó en poner manos a la obra. Darle duro en el hocico al perro; dejarle ver que no es la mano que lo alimenta pero si a la que le teme. Junto su ejército y partió.
No fue un trabajo perdido. Logro mucho en su campaña. Logro hacer un imperio fuerte; como buen Augusto de occidente. Terminando con Majencio.
Aun quedaba el problema de Licinio, pero esta noche podía refugiarse en sus aposentos.
Fue un día cansado y extraño.
Y no puede dejar de pensar en lo sucedido.
Mientras las tropas se preparaban para morir. En el calor del pequeño lapso que se dan los ejércitos para elevar las ansias en la sangre; vio algo.
Lo que se hubiera esperado cualquier romano. Alguna señal de los dioses; un águila volando, cuervos sobre las tropas enemigas o vientos susurrantes.
Pero lo que obtuvo fue la visión de una cruz.
Ese símbolo de tortura y dolor. Eso que se ha usado para demostrar la justicia romana. Ese símbolo que adoptaron los cristianos para adorar a su dios.
Fue extraño ver la cruz dorada en el cielo. Su victoria.
No deja de analizar.
Las hogueras se alzan en todas partes contra los cristianos; y ni el monarca con todo su poder puede detenerlo. Detuvo su persecución pero pocos están con él.
Y ahora esto.
Mira su anillo de poder. El anillo que tantos en el poder han portado. Y piensa en las historias de sus antepasados y los anteriores Cesares. Se sienta en su alcoba. Mira su Labaro. Absorbe los perfumes que solo oriente puede ofrecer. Se embriaga de ellos. Incluso se siente adormecido.
Pero la inquietud se queda en su bakcheia.
-¿Qué desea el dios cristiano de mi? ¿De un pagano como yo?
Y se le aparece otra vez.
La cruz de oro. Reluciente ante él. Y con más nitidez que la vez anterior.
Y puede leer en sus brazos. Y escucha voces cantandolo.
In hoc signo vinces.
Despierta muy temprano. Ahora lo entiende todo. No solo es su derecho romano el ser Augusto de toda Roma y sus protectorados. Era derecho divino; y no solo concedido por Júpiter, también por el dios Cristiano.
Y ambos lo ayudaran a obtener poder.
Hare mío esto. Con los Apóstoles y Roma llevare un nuevo ministerio de mi poder. Un poder concedido por “Dios”. Donde sea que se halle, en Jerusalén o en el Olimpo.
Es el inicio de algo grande.
Como el Emperador que lo lleva acabo.
Todo esto se está viniendo a la mierda.
Mira el emperador a lo que queda de su reino a sus espaldas mientras avanza en campaña militar. Arrasado por la separación de sus ciudades, por la codicia, por los vicios y por sus diferentes creencias. Invasiones y guerras perdidas con barbaros y pueblos cercanos. Y los locos engañados hace tiempo en oriente. Los problemas familiares de la casa real. Puros escándalos.
Pero todos quieren lo mismo. La gloria del imperio y poder ver a la puta arrasada.
Pensó en poner manos a la obra. Darle duro en el hocico al perro; dejarle ver que no es la mano que lo alimenta pero si a la que le teme. Junto su ejército y partió.
No fue un trabajo perdido. Logro mucho en su campaña. Logro hacer un imperio fuerte; como buen Augusto de occidente. Terminando con Majencio.
Aun quedaba el problema de Licinio, pero esta noche podía refugiarse en sus aposentos.
Fue un día cansado y extraño.
Y no puede dejar de pensar en lo sucedido.
Mientras las tropas se preparaban para morir. En el calor del pequeño lapso que se dan los ejércitos para elevar las ansias en la sangre; vio algo.
Lo que se hubiera esperado cualquier romano. Alguna señal de los dioses; un águila volando, cuervos sobre las tropas enemigas o vientos susurrantes.
Pero lo que obtuvo fue la visión de una cruz.
Ese símbolo de tortura y dolor. Eso que se ha usado para demostrar la justicia romana. Ese símbolo que adoptaron los cristianos para adorar a su dios.
Fue extraño ver la cruz dorada en el cielo. Su victoria.
No deja de analizar.
Las hogueras se alzan en todas partes contra los cristianos; y ni el monarca con todo su poder puede detenerlo. Detuvo su persecución pero pocos están con él.
Y ahora esto.
Mira su anillo de poder. El anillo que tantos en el poder han portado. Y piensa en las historias de sus antepasados y los anteriores Cesares. Se sienta en su alcoba. Mira su Labaro. Absorbe los perfumes que solo oriente puede ofrecer. Se embriaga de ellos. Incluso se siente adormecido.
Pero la inquietud se queda en su bakcheia.
-¿Qué desea el dios cristiano de mi? ¿De un pagano como yo?
Y se le aparece otra vez.
La cruz de oro. Reluciente ante él. Y con más nitidez que la vez anterior.
Y puede leer en sus brazos. Y escucha voces cantandolo.
In hoc signo vinces.
Despierta muy temprano. Ahora lo entiende todo. No solo es su derecho romano el ser Augusto de toda Roma y sus protectorados. Era derecho divino; y no solo concedido por Júpiter, también por el dios Cristiano.
Y ambos lo ayudaran a obtener poder.
Hare mío esto. Con los Apóstoles y Roma llevare un nuevo ministerio de mi poder. Un poder concedido por “Dios”. Donde sea que se halle, en Jerusalén o en el Olimpo.
Es el inicio de algo grande.
Como el Emperador que lo lleva acabo.

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