A menudo encontramos nuestro destino por los caminos que tomamos para evitarlo.
La Fontaine
La noche está en su plenitud.Ahí va como todas las noches, a pasearse la dama blanca por la espesa noche, con su vestido adornado con cientos de perlas negras de diferentes tamaños, danzando acompaña a todas las criaturas que no se encierran a descansar de su larga faena del día.
Y como todas las noches el vigilante nocturno hace su ronda de las doce. Sale su puesto, toma su sombrero, que lo hace sentir casi como un policía de verdad. Camina por solitarias calles de la ciudad, y solo le ayuda la luz de su linterna y los destellos de la luna.
Mirando a todos lados alza su farol esperando que los maleantes huyan ante la luz de seguridad que libera la poca carga que posen las pilas.
Todas las noches toma el mismo camino: empieza por su puesto de vigilancia, pasa por la casa de ladrillo naranja, alumbra un poco el callejón donde al final ve la casa de “Rosa” siempre abierta para quien quiera pasar un rato con ella por una buena cantidad, dobla a la izquierda hasta el parque, evita la calle de la coladera abierta (principalmente por su olor, ya que suele inundarse en temporadas de lluvia), de ahí al edificio del señor Juárez que siempre le da una taza de café (el pobre viejo sonámbulo, producto de la pérdida de su esposa). Y regresa a su puesto, hace esto tres veces por noche. Nunca se harta de que su recorrido sea su rutina, se siente orgulloso de ser algo útil para la sociedad.
Y su trabajo no solo le ha dejado el suficiente dinero para alimentarlo y buenos conocimientos sobre la zona; también le ha dejado experiencia. Desde el momento que sale sabe si va a ser una noche ideal para trabajar, si lloverá o si será una noche cálida, si el cielo estará despejado, si abra mucho viento. Solo con dar un buen respiro lo analiza en su interior, según la sensación va a ser el clima. Esta noche predijo niebla y mucho frio.
Con su chamara gruesa y su tolete en la mano avanza cortando la niebla; en una noche como esta no es bueno estar desprevenido, con una niebla tan espesa siempre se puede topar uno con un ladrón desorientado por su falta de visión, y no hay nada más peligroso que un animal confundido.
Cauteloso sigue su recorrido, pero algo mueve su instinto. Se oye un ruido extraño: no sabe distinguir si es una persona tosiendo muy fuerte o un perro amenazando con soltar una buena mordida a sus pantorrillas.
Se detiene y escucha.
Otra vez silencio.
Dejando atrás lo sucedido continua avanzando recto a su destino, nunca ha dejado su ruta, y menos por miedo a unos ruidos, no se suele preocupar mucho, el no es de los que se impresionan mucho. De los otros vigilantes sabe de un caso: oye un ruido, lo sigue y encuentran a 5 asaltantes, que siempre están mejor armados que los agentes de la seguridad; o también aquellos que hablan de seres de la noche, almas siniestras que esperan cualquier descuido en su labor vigilante para desaparecerlo.
Puras patrañas, decía.
Las luces de las farolas lucen extrañas, pero eso nada le importa.
Casi ha llegado al parque, la mitad de su recorrido. Pero se detiene de nuevo, vio algo moverse, no distingue bien por la niebla. Espera cautelosamente.
De nuevo ve otra sombra, que va hacia el parque. Y otra. Les grita que se detengan, no hacen caso. “Podría ser que hay una riña en el parque o solo se están juntando los drogadictos de la zona”, piensa. Decide cortar el camino, nunca ha tenido problemas con los malvivientes de la zona y no quiere empezar hoy. Da vuelta a la derecha camina silenciosamente con dirección a la fuente, que se haya a una distancia segura del centro del parque. Y continuar con la ronda.
Y a lo lejos la silueta de una persona se acerca lentamente pero amenazadora, lo detiene, pues por lo general ya entrada la noche evitamos a toda costa toparnos con un sujeto en la noche.
-Quien anda ahí.
No responde pero continua avanzando la figura, grande, sería una pelea muy desigual si busca problemas.
-No son horas para pasear y tomar aire.
La silueta se detiene de inmediato y no se mueve para nada durante un buen rato. “Tal vez se asusto” piensa aliviado. Ambos se quedan parados uno frente al otro, sin poder distinguirse.
Y la sombra desaparece, sobresaltado se pone totalmente alerta.
-Debió ser simplemente una sombra - se tranquiliza.
Espera a calmarse y prosigue. Ya casi a llegado a la fuente, escucha el correr del agua, así podrá regresar por la calle que va a la casa del viejo, y este lo regañara por lo tarde que pasa. “Valla vejestorio”.
Y dicho esto ante el aparece un perro enorme, difícil decir su raza: tenía sus patas delanteras como las de un bóxer, el hocico como el de los perros esquimales, y su cuerpo flaco como los galgos; pero de tamaño sorprendente e imponente. Se sentó en medio del camino del velador.
-Así que eras tú, perro corriente, el que me asusto.
El perro solo lo miraba; al parecer del vigilante la mirada del perro parecía siniestra, pero con un toque de pena.
-Quita de mi camino perro, o te llevaras mi suela tatuada en tu culo.
El perro lanzo un aullido al cielo y sobre ellos la niebla se disipo dejando ver una hermosa luna llena.
-En serio, eso sí es espeluznante...
Se sostuvieron la mirada un largo rato, y al ver que el perro no mostraba señas de moverse decidió rodearlo.
-Maldito perro - y lo miro con odio - tendré que alargar unos metros mi ruta.
El perro regreso la mirada y abrió su hocico.
-Pobre de los desventurados - sonaba una voz espectral que provenía del perro, y creas lo que creas, al oír esto cualquiera se detiene y tiembla - que en una noche tan fría encuentran su destino, solos como mis hermanos los perros.
En ese momento toda reacción de la experiencia que había obtenido de 23 años de hacer su ronda lo abandono, parecía un niño ante la falta de su madre, se quedo admirando este animal escabroso.
-¿Qué eres tú, perro del demonio? - logro juntar en su boca.
No recibió respuesta alguna.
-¿Qué eres? ¿Acaso eres un demonio que desea devorar mi alma o eres un espíritu que desea intranquilizar mi alma?
Aun con estos comentarios no saco respuesta alguna del sabueso tenebroso. Así que decidió seguir avanzar y culpar de todo al ambiente, sus costumbres de tomar antes de salir, no dormir como debe. Pero no quería, deseaba saber que fue lo que paso.
-¿Qué deseas, dímelo ya?- ahora sonaba desesperado -Deseo saber tus intenciones extraño - ya no lo trataba como un perro - Acaso eres un ángel que me viene a informar de mi porvenir o eres un ente que solo quiere dejar mi paciencia como un remolino.
Avanzo solo un par de pasos pero el perro no volvía a proferir alarido o frase alguna. Seguía mirando al humano que lo interrogaba. Esto no lo soporto.
-¿Qué deseas, dímelo ya? - ahora sonaba desesperado - Deseo saber tus intenciones extraño - “Tal vez como es un espíritu de la naturaleza que nos muestra algo de nuestro porvenir, o un demonio que solo desea masticar su alma durante milenios entre las llamas del infierno”.
-Por favor, te lo suplico…no me mates, no me dañes… yo no te he hecho nada - ahora lloraba y pedía por su vida; cosa que nunca pensó hacer enfrente de malhechores por más fuerte que lo golpeara, pero este parecía ser un buen momento para cambiar costumbres.
La criatura lanzo un segundo aullido al cielo, esta vez la luna se volvió roja al instante.
-Tranquilo, no he venido a devorarte- eso le devolvió el alma al cuerpo - no suelo masticar almas tan pobres.
Nunca se sintió tan orgulloso de ser una persona simple, y sin nada especial. Su padre trato siempre de obligarlo a que fuera un erudito, que estudiara, hiciera una carrera, pero no lo logro, no logro hacer que su hijo sentara cabeza.
-Pero si he venido a darte malas nuevas, pues como todo está destinada a perecer, también lo estas tu para marchitarse…
-A que te refieres…se directo, me pasara algo - no entendía aun. “Tal vez si es un espíritu benigno, y viene a ayudarme”.
-Tu fin a llegado, la muerte te anda buscando y ella siempre encuentra a sus deudores…
Dicho esto desapareció y dejo al pobre hombre llorando sin saber qué hacer. Se había topado con una de esas cosas que nunca había creído, y lamentaba no haber estado prevenido.
-Pero cuando moriré…- gritaba a la niebla.
Nada.
-Dímelo, te lo suplico.
Una ráfaga de aire llego tan fría a su presencia, se cerró el hueco que dejaba ver las estrellas, todo volvió a ser incierto.
Y solo tuvo una respuesta que sonaba con su eco.
-Vas a morir…vas a morir…vas a morir... solo eso.
Y como cualquier persona haría, tomo toda su existencia y corrió calle arriba, sin importar nada.
El no quería morir, amaba tanto su vida, su monótona vida, hacer todas las noches lo mismo. Su amor por vivir era lo que lo impulsaba a huir. Tal vez si llegaba a su casa lograría evitar cualquier peligro. Se paro y corrió en dirección contraria, dejando atrás todo, su lámpara, su tolete, su gorro, su valor; pero la voz lo seguía.
-Vas a morir…vas a morir…vas a morir... solo eso.
En su apresurada carrera por mantenerse respirando no recordó lo tanto que había aprendido en todo el tiempo que laboro como velador. Olvido cuales eran las calles peligrosas, olvido la taza de café, olvido su recorrido.
Corría sin sentido, pues su mente no podía recordar el camino de vuelta, y mucho menos como encontrar la razón, no sabía ya porque calle andaba, ni cuanto faltaba.
Y no noto la coladera abierta que tanto tiempo había evitado, puso un pie sobre su abismo y callo completito.
De ese momento solo se oyeron estas cosas, que son el único vestigio de aquella trágica noche. Se oyó el grito del cuidador al caer por la oscuridad de su nueva tumba, nunca antes, en ese lugar, alguien había oído un grito tan aterrador como ese. La pierna que tenía por delante entro limpia, pero su otra pierna se doblo de tal forma que parecía tener 3 articulaciones. Su frente se estampo contra el pavimento dejándolo inconsciente, reboto y se fue a dar un golpe mortal en la nuca mientras su existencia se hundía por el agujero. Después solo se oyó el salpicar del agua.
A la mañana siguiente, las personas de la zona no se explicaban lo sucedido. Algunos decían que era un espíritu en pena, otros que había sucedido un asesinato durante la noche. Pero nadie se preocupo por el velador desparecido, ni siquiera el Sr. Juárez, quien aseguraba que el velador falto por irse de borracho. Pasaron las semanas y al no encontrar al velador contrataron a un joven un poco crispado, pero hacia bien su trabajo.
Y así fue como murió, corriendo de la muerte, y la encontró. El miedo lo hizo olvidar todo lo que lo había mantenido con vida, olvido su recorrido, cambio su rutina por unas sombras.
Pobre de los desventurados que en una noche tan fría encuentran su destino, solos como los perros.